Tras unos minutos de pánico y después de dar por perdidas las maletas, salíamos a la calle con los ojos abiertos buscando un cartel identificativo de la fundación... tardaron en aparecer, pero allí estaban Herminio y Gonsalves, los que se han convertido ya en nuestros ángeles de la guarda.
Y ahí, en el maletero de una furgoneta, nos trasladaron hasta la aldea de Massaca, nuestro hogar durante los próximos días. Tendríais que vernos dar botes en la parte trasera de esa furgoneta. Las mantas que robamos en el avión, nos salvaron de una pulmonía.
Esa noche, bañados en Relec (repelente de mosquitos), chutados de Malarone (pastillas para la Malaria) y bajo nuestras mosquiteras, nos fuimos a dormir.
A las siete de la mañana y sin pasar por la ducha, Herminio ya estaba en la puerta esperándonos para tomar el matabicho (desayuno en Shangana, la lengua tradicional de esta zona). Justo después, conocimos los alrededores de la aldea hasta el río donde las mujeres van a lavar la ropa, algunas andan kilómetros cargando sobre sus cabezas, cubos llenos de ropa y a sus bebés colgados en la espalda con una capulana.
A nuestro paso, todo el mundo saluda y nos regalan inmensas sonrisas, algo que no deja de llamar nuestra atención.
Poco más tarde conocimos la escuela, el centro de salud materno-infantil y el resto de instalaciones de la Fundaçao Encontro. Éstos serán nuestros centros de trabajo en las próximas semanas. El VIH, la Malaria, el cólera y la desnutrición son los principales problemas a los que se enfrentan a diario. La labor del centro es concienciar a la población de la importancia del uso del preservativo y la higiene personal para evitar el contagio.
La visita fue muy impactante porque pese a los avances, somos conscientes de lo mucho que todavía queda por hacer.
Por la tarde tocaba visitar la Casa do Gaiato, donde nos recibio 'un gaiato' de ocho años, uno de los 150 niños que están internos en el orfanato. La labor del padre José María, la hermana Quiteria y el resto del equipo es alucinante. Las instalaciones, como la educación que han recibido estos niños, es sorprendente. Aquí todos colaboran y están perfectamente organizados para hacer todas las labores. Siendo tan jóvenes y con las circunstancias en las que han crecido, nos dieron toda una lección de vida.
Más tarde tuvimos una reunión con los coordinadores de la Fundaçao para planificar nuestro trabajo en las próximas semanas y que ya os iremos detallando. La manera en la que nos hicieron sentir parte del proyecto fue muy emotiva. Pese al idioma, el entendimiento es perfecto y aquí queremos hacer especial mención a Gonsalves por su capacidad de liderazgo. Ojalá pudiérais escucharle por un momento, la paz y la tranquiladad que inspira es increíble. ¡Ya podían aprender nuestros políticos!
Para finalizar nuestro primer día, compartimos la cena con el Padre José María y otros voluntarios en Casa Do Gaiato.
Aquí los lazos se crean casi al instante, en tan poco tiempo ya nos han hecho sentir parte de esta gran familia.