Vayamos por partes. En principio, los fines de semana tenemos tiempo libre y este primero queríamos dedicarlo a conocer la capital, Maputo y aprovechar el domingo para tener un día de playa porque el lunes teníamos programada una visita al Parque Kruger en Sudáfrica.
El sábado por la mañana estuvimos en Casa Do Gaiato ayudando al Doctor Manuel en una clase de Body Percusión con los chicos del orfanato. Fue una pasada, esta gente tiene el ritmo en el cuerpo. Justo después de la comida, nos pusimos rumbo a Maputo, donde teníamos una reserva en el Fatima’s BackPackers. El albergue estaba de lujo, bien situado y muy acogedor. Después de un pequeño paseo de reconocimiento por la zona volvimos para cenar. Allí estaban David y Laura, unos españoles que estaban haciendo un viaje por África y habían hecho parada en la ciudad. Hay algo que pasa cuando viajas que en el momento en el que te encuentras a alguien de tu país surge una conexión casi inmediata. Con ellos estuvimos de cervezas en la terraza del albergue y lo curioso fue que como si de un imán se tratase, no pararon de llegar más españoles, Xavi y Cristina y un grupo enorme al que les habían robado hasta los empastes. Uno de ellos buscaba super glue para pegarse una carilla, es lo único que le quedaba.
El turismo aquí resulta carísimo y hasta si nos permitís, dificultoso. La experencia en Maputo, aunque corta, no nos ha resultado de lo más agradable. La ciudad es un caos, el comportamiento de la gente dista mucho de la simpatía y hospitalidad que estamos viviendo en las aldeas. La ciudad tiene zonas señaladas como peligrosas durante el día, otras durante el día y la noche y la recomendación general es que los desplazamientos siempre se hagan en taxi, no sin antes negociar el precio del viaje con el taxista claro...
El domingo madrugamos y Said, nuestro taxista de confianza nos llevó hasta el puerto, desde donde saldría el barco que nos llevaría hasta la isla de Inhaca. ¿Deberíamos decir que nos timaron? Pues sí, en la ventanilla de los tickets al no tener el importe exacto nos hiceron el tipico lío de me has dado tanto, te faltan tantos y en el camino me quedo con doscientos meticales, así que la cosa no empezó bien. Y dicen que lo que mal empieza, solo puede ir a peor.
A la llegada a la isla, un bote nos recogió para acercarnos a la orilla, no sin antes pasar por caja y como no teníamos el importe exacto temíamos volver a sufrir la pérdida injustificada de dinero de nuevo.
Después de ajustar las cuentas con el barquero, nos vemos en medio de una isla sin saber muy bien qué hacer o hacia dónde dirigirnos. En medio de la confusión, la desesperación y el cabreo porque aquí todo va muuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuy lentooooooooooooooooo, una portuguesa que nos oyó se ofreció para ayudarnos.
Con ella y el señor Piri Piri nos fuimos en su Jeep hasta una parte de la isla perfecta para hacer snorkel. A escasos metros de la orilla se abrían fosas de una profunidad de hasta 40 metros. Pese a la ventisca, no quisimos dejar pasar la oportunidad de mojar el culete en las aguas del Índico.
La visita se hizo corta porque el barco de vuelta a Maputo salÍa a las 15,00 de la tarde y el Sr. Piri Piri nos recogía a las 13,00 para comer algo antes de partir. Precisamente durante la comida, es cuando recibimos la peor de las noticias.
Antes de seguir, deberíais saber que a las 5 de la madrugada del domingo nos recogían para llevarnos al Kruger y tampoco está mal saber que teníamos pagadas dos noches en Maputo. Pues bien, el señor Piri Piri dice en Inglés: Guys, I have bad news... El Puerto de Maputo está cerrado por causa del viento y el barco no va a salir de la isla…. What??? Nuestras caras, un poema.
Aunque nos resistíamos a creerlo, todo indicaba que esa noche dormiríamos en Inhaca y después de varios gabinetes de crisis con los otros tripulantes del barco… Se confirmaba la noticia. Fuerte temporal y peligrosidad máxima en el mar. Resultado... ahí te las apañes y duerme donde puedas. Menos mal que la isla está mínimamente acondicionada para el turismo y encontramos unas cabañas donde pasar la noche. Para nuestra amiga portuguesa todo eran risas siempre que hubiese una botella de vino cerca o una caja llena de cervezas.
Pero nosotros no estabámos para celebraciones. Nuestro objetivo aquí es otro bien distinto al de perder el tiempo y hacerlo perder así que nos encerramos en la cabaña para intentar solucionar el tema del Parque Kruger con la guía y hablar con la Fundación para que supieran de nuestra situación. Justo en ese momento, en el que ya nada podía ir a peor, nuestro teléfono mozambicano se queda sin saldo. ¡Vaya hombre! ¿Que va a ser lo siguiente, un fuego en la isla? ¡BINGO! Unos locales habían decidido quemar unas basuras ahí mismo mientras el viento cada vez era más y más fuerte. Afortunadamente y según ellos, todo estaba bajo control... nuevamente, what?
Cuántas películas de terror han empezado mucho mejor.¡ Ah! ¿Os hemos dicho que había un plaga de cuervos en la isla? Pues sí, acechaban nuestra cabaña como buitres hambrientos.
Al final todo se solucionó, el fuego se apagó, conseguimos recargar el teléfono y arreglamos la visita del Kruger para el siguente fin de semana.
¿Queríamos emoción? Toma emoción. En realidad, son de estas cosas que cuando las pasas, al final te hacen mucha gracia y así nos lo hemos tomado. Una aventura más o paréntesis en la verdadera ocupación que nos ha traido a Mozambique y un puñado de anécdotas que contar.
Ya estamos de vuelta en Massaca y mañana toca trabajar, así que Buenas noches.
Hogar, dulce hogar.