Los camboyanos veneran al agua. Parte material, les sobra y es vital para el cultivo de arroz y la pesca y parte espiritual, en el budismo -una religión sin grandes ritos ni alharacas- el agua tiene una presencia radical en funerales con el ofrecimiento de cuencos de agua diarios. Es más, uno de los milagros atribuidos a Buda es el del agua limpia.
Esa parte espiritual es la que hace que anualmente; salvo un trágico paréntesis de tres años (de 2011 a 2013) por un tumulto que acabó con casi 400 muertes, el fallecimiento del Rey y unas vandálicas inundaciones; se celebre en noviembre en Phnom Pehn el Festival del Agua (Bon Om Tuk). El designio es contentar al dios del río para que ayude en las cosechas. En esta fecha coincide el fin de la época de lluvias, el arranque de la pesquera y el cambio de dirección del caudal del río Tonle Sap.
Para el Festival del Agua los camboyanos pasan el año fabricando canoas con las que navegan el Mekong. El evento es masivo. Alrededor de dos millones de personas visitan la capital en estas fechas.
¿Y QUÉ HAY DE LOS NIÑOS?
Los niños de Battambang son ajenos a festivales y deidades. No les importa jugar al fútbol descalzos con el monzón jarreando pero son muy conscientes que no todo el agua se puede beber. Que no es girar un grifo. El agua canalizada, para privilegiados, no es potable.
Como el que tiene pintura o inglés a las 11.00 h en la escuela de WatRoka, a unos 8 km de Battambang, toca beber. Los alumnos acuden en regulada marabunta al despacho-aula-botica del Director y este con otro alumno llena vasos y garrafas. El director sonríe y aparta niños para que en las fotos se vea bien el depósito y filtro. Es la estrella.
Desde que la Fundación Agua de Coco instaló este filtro en 2012 más de 310 niños tienen acceso a agua potable a diario en el cole. Solo imaginarse los 35º de la estación seca en ese patio arenoso reseca, aún más, el garguero.
El ritual de beber es de lo más ordenado que he visto a los niños camboyanos. Los primeros llegan a la carrera tras el gong de la campana que es una vieja llanta de camión. Como os decía, el director, satisfecho, les recibe y llena vasos o lo que le pongan. Para las fotos se retira y la labor de aguador se la deja a un niño. Él controla que nadie se entrometa entre el objetivo y el filtro y va colocando a los chavales. No sé si los más guapos pero los más sonrientes seguro.
En el anterior post os comentaba que Camboya es un país rico en fuentes naturales… y en agua primordialmente más. La contradicción de no poder beber es perversa y se ceba con los críos causando innumerables problemas intestinales. Así que larga vida al depósito de agua y que el director siga sonriendo.