Después de un vuelo de cuatro horas y media -que compartimos con tres francesas tipo 'Las chicas de oro' que fueron todo el viaje cantando y ambientando al pasaje- llegamos a Dakar casi a las 21.00h, aquí son dos horas menos, y en el aeropuerto tocaba pasar por el trance del visado, un trámite que hay que hacer desde julio de este año.
Llevábamos ya un previsado gestionado desde España a través de Internet y lo comprobaban en un mostrador en el que aleatoriamente a unos nos leían las huellas dactilares y a otros no, a mí sí y a Diego y Alejandro no, por ejemplo.
Cuando pensábamos que estaba todo había que pasar por un despachito donde te daban el visado en sí y ahí llegó el problema. Las fechas de nacimiento de Diego y Alejandro no coincidían con la del pasaporte y el chico decía que tendrían que repetir el previsado y pagar 50€ de nuevo.
Por momentos parecía que no le daba importancia al error pero de pronto el chico decía que no podía hacerse responsable de dejarnos pasar y entonces nos preguntaba si fumábamos, como una manera sutil de pedir tabaco a cambio de hacer el visado. Nos tuvo en vilo por lo menos 15 minutos en los que nos vimos como mafiosos. Y al final, hizo los visados. Y por si os lo estáis preguntando, no, no le dimos nada a cambio. Debimos caerle bien, o sólo quería vacilarnos.
De Dakar hemos visto poco porque hemos llegado de noche y sentimos no haber hecho fotos de nuestra llegada pero estábamos más preocupados por poder entrar al país, os podéis imaginar que nuestras caras eran un poema.
Os dejamos con una foto del atardecer que hemos visto en el viaje...
Gracias por leernos, hasta mañana.