Los lineales de las grandes superficies están repletos de etiquetas elogiando cada sobre de fiambre de pavo con palabras como sano, natural, saludable, sin colorantes, conservantes, fosfatos, bajo en grasa y ligero.
Todo bien grande y en colores llamativos. Pero...¿y los ingredientes e información nutricional? Aparecen en letra minúscula, a veces casi ilegible y ahí se esconde la verdad sobre el fraude nutricional que esconden muchas marcas de embutidos.
Aunque necesitemos una lupa para descifrar el jeroglífico debemos evaluar el fiambre antes de comprar. Lo primero, conocer el contenido en carne de pavo, la mayoría no llegan ni al 70% del contenido total, añadiendo almidones, azúcar, patata, fosfatos y otros aditivos y agua.
La verdadera pechuga de pavo “natural” debe contener al menos un 90% de carne de pavo. Y se nota en el bolsillo, pero también en la calidad nutricional del producto.
¿Es recomendable el consumo de fiambre de pavo dentro de una dieta equilibrada? Depende de la calidad del producto, la verdadera pechuga de pavo natural de buena calidad ,(de las otras mejor ni hablamos), se pueden incluir se una forma moderada en la dieta habitual pero sin olvidar que las carnes procesadas deben limitarse, tal y como recomienda la Organización Mundial de la Salud.
Hay pruebas convincentes de que el abuso de carne roja y carnes procesadas tiene una relación directa con el aumento de la incidencia de ciertos tipos de cáncer como el de colon y recto.
La mejor elección, pechuga de pavo o pollo fresca que podemos cortar en finas lonchas, hacer a la plancha con una pizca de aceite de oliva virgen extra y hierbas aromáticas (orégano, tomillo, romero) y conservar en el frigorífico para consumir tal y como hacemos con el fiambre. Método de conservación 100% natural y contenido en carne 100% “de verdad”.