Tras recibir la invitación de la Princesa Diana, "la gobernanta" de la isla, a visitarla, y por supuesto aceptarla, nos pusimos en marcha cargados de maletas con ropa, medicinas y chuches, que muchos de vosotros nos habéis dado (gracias de parte de todos).
El trayecto no fue sencillo. Como siempre, un voda-voda para 2 personas más el conductor, pero esta vez teníamos que llevar también las maletas y ¡¡PRUEBA SUPERADA!! Después cruzamos el Lago Victoria, como todos los días, ya que en la otra orilla nos recogía Safire, bautizado por nosotros como "El heredero" ya que es el hijo de la Princesa Diana.
El viaje en "barco", que más bien parecía una patera, duró 2 horas y media que aprovechamos para jugar a las cartas, cantar e incluso echar alguna cabezada.
Ya en la isla fuimos recibidos por Diana, una mujer muy cariñosa y hospitalaria, y junto a ella y su hijo cruzamos la isla para enseñarnos las instalaciones del orfanato, la enfermería, dónde acude toda la isla, la cocina, las habitaciones en las que duermen hasta 4 niños por cama...
Una vez conocimos el lugar, fuimos a conocer a los niños. Nos presentamos todos, los niños cantaron y bailaron la Misma y Diana nos estuvo hablando de lo importante que es cada visita que hacemos a la isla y lo que aportamos. Después de pasar un rato con los niños del orfanato jugando al futbol y pintandoles la cara, salimos a recorrer el resto de la isla.
Es difícil describir el nivel de pobreza que nos encontramos alli. La isla no suele recibir muchas ayudas y no es habitual ver Mzungus ("blancos") por allí. De hecho algunos niños lloraban cuando nos acercábamos a ellos.
Sus ojos transmitían muchisima tristeza, y lo único que queríamos es que cambiaran la expresión aunque fuera unos segundos, asi que nos pusimos a hablar con ellos, repartir chuches, peluches y prestarles un poco de atención.
Esto no fue nada en comparación con lo que nosotros recibimos de ellos. Recibimos una buena lección de Generosidad (todos lo compartían todo entre todos), Gratitud ( los niños de los ojos tristes, ahora te sonreían y hasta hacían reverencias para agradecerte el cariño que intentábamos dar), Respeto entre ellos ( no se peleaban, no se enfadaban, no quitaban unos a otros los juguetes que les dábamos)... una pasada.
Después de comer un arroz con "beans", que la Princesa Diana insistió en ofrecernos, partimos de nuevo hacia Kikaya, nuestro hogar en Uganda, pero esta vez pensativos, asimilando todo lo que habíamos visto, sentido y aprendido en Zinga, esa isla paradisiaca llena de náufragos de un mundo en el que los "afortunados" estamos acostumbrados a vivir.