Lo comemos todos los días. Aproximadamente unos 100 gramos. En total poco más de 36 kilos al año. Una cifra que nos deja en los últimos puestos de Europa en este consumo. Navarros y asturianos son los más paneros, con 44 kilos por persona al año. En las Baleares y Canarias apenas llegan a los 28.

De la tradicional barra, se pasó a la baguette y ahora son numerosas las variedades que se pueden encontrar en muchos comercios especializados: de centeno, de lino, de nueces, de pasas... Un amplio catálogo de sabores, olores y colores que favorece el atractivo del producto y con ellos las ventas. Pero también puede servir para enmascarar su calidad. Un truco para ofrecernos pan artesanal con ingredientes llamativos para disimular productos mediocres cuando no cutres.

El buen pan lleva su tiempo y lleva buenos ingredientes. Así de sencillo. Así lo entienden en El horno de Babette. Un pequeño obrador en el que Beatriz y Susana hacen realidad su pasión: crear un pan elaborado con harinas ecológicas y molidas a la piedra, con fermentaciones lentas, uso de masa madre, formado a mano. Como antiguamente se hacía. Como siempre ha debido de hacerse. El resultado es un pan sabroso, oloroso, contundente, de esos que pueden durar hasta una semana. 'En nuestro país sería necesario que existiera una legislación estricta para el pan. Que solo puede ser considerado pan artesanal el que de verdad lo fuese. No se puede engañar', nos dice Beatriz Echeverría.

Los que han probado sus panes repiten. Fidelizarse a la calidad es esencial cuando hablamos de comer un producto como éste. Tan esencial como protegerlo de estafadores que nos "venden" como artesanal, ecológico o casero un pan que carece de todo eso.