"Después de 32 años de una maravillosa aventura culinaria y gastronómica al pie del Montseny. Más de tres décadas de creación infatigable; de búsqueda de la máxima calidad en el producto y de la perfección en la cocina y en la sala; de compromiso con las raíces culinarias y con su renovación; y todo presidido siempre por un ideal que nos transmitió el cofundador y durante tantos años alma de la casa, Santi Santamaría: complacer a los clientes, como seguiremos haciendo con toda la ilusión hasta el último día".
Dos años y medio después de la muerte del chef, Can Fabes se siente satisfecho por "haber mantenido los valores y los ideales que nos inculcó, incluso en su ausencia". Aunque reconoce que "Can Fabes carece de la viabilidad económica necesaria para seguir con un proyecto basado en la excelencia, y por ello hemos decidido poner el punto final a uno de los capítulos más brillantes de la cocina catalana y europea de los últimos veinticinco años".
Regina, la hija del fallecido Santi, ha explicado que se trata de una decisión "muy dura y triste a la vez". "No podemos seguir, hemos intentado salvarlo por todos los medios, pero no ha sido posible. Ahora nuestro objetivo es acabar con la cabeza muy alta", ha añadido en declaraciones a Efe.
En los últimos meses el restaurante había vivido momentos muy difíciles: precidido por el cierre del restaurante que Santi había montado en Singapur, se decidió cerrar las puertas del Can Fabes y realizar una pequeña reforma. Después el chef Xavier Pellicer decidió emprender su particular carrera y anunció que se desvinculaba del establecimiento. Más tarde se procedió a un cierre temporal. Pero la situación económica no se ha podido mejorar y si no existe algún inversor externo Can Fabes cerrará el 31 de agosto.