Los seis carriles del puente Verrazano llenos de corredores son la imagen más reconocible del maratón de Nueva York. Cuando los maratonianos lo crucen, deben saber que, con sus 1.298 metros de longitud, es el puente colgante más largo de Estados Unidos (18 metros más que el Golden Gate de San Francisco) y que, tras su construcción en 1964, fue el de mayor longitud del mundo durante 17 años. Con él, los corredores dejan la salida en Staten Island y llegan al distrito de Brooklyn.
A partir del kilómetro 16 de carrera, los maratonianos entran en uno de los barrios de moda de Nueva York. Aún en Brooklyn, Williamsburg en el distrito "hipster", el lugar en el que quieren residir los treintañeros de profesionales liberales, con una estética retro, con sus gafas de pasta, su ropa vintage y con un bolsillo más o menos saneado.

Los corredores recorren de sur a norte la avenida Bedford, la espina dorsal de este barrio al que sus vecinos llaman también "Billyburg". Tiendas de ropa de segunda mano, de discos de vinilo, de galerías de arte, de restaurantes, de acogedoras cafeterías, de puestos callejeros... Si los corredores se desviaran a la izquierda, a la altura de la calle 6, podrían acercarse hasta el restaurante Cubana Social y comer un plato de lechón con huevos fritos (fritos de verdad, no en una plancha), regado con la Brooklyn Brewer, la cerveza hecha en el barrio, antes de seguir la carrera hacia Queens.
En el kilómetro 25, los maratonianos cruzarán otro puente, este mucho más reconocible desde que Woody Allen lo convirtiera en 1979 en un icono del cine con el cartel de su película "Manhattan". El puente de Queensboro une, desde 1909, los distritos de Queens y Manhattan. Tan espectacular como cualquiera de los cuatro que sobrevuelan el East River, es la puerta de entrada para muchos visitantes que llegan a Nueva York. Los taxistas y las furgonetas de los aeropuertos JFK y La Guardia suelen elegir este acceso para llegar a la zona alta de Manhattan. Si los corredores giran su vista a la izquierda podrán ver en primer término la fachada verdosa del edificio de Naciones Unidas y, en el centro de todos los rascacielos, la puntiaguda silueta del Empire State.

La carrera gira entonces hacia el norte, por la Primera Avenida, camino de una breve etapa por el Bronx para volver al sur atravesando Harlem por la Quinta Avenida. Sí, porque antes de ser el icono del lujo y de las compras, la Quinta Avenida cruza Harlem con un aspecto muy diferente. Casas de seis alturas, escaleras de incendios en el exterior, aceras con escasos transeúntes, iglesias baptistas...

Como el maratón de Nueva York transcurre en domingo, los corredores pueden ver, en las aceras de Harlem, hombres y mujeres afroamericanos de avanzada edad, camino de misa vestidos con trajes que parecen llevar varias décadas en sus armarios sólo para la cita dominical con dios y con el gospel. Si algún corredor no puede más, siempre podrá detenerse aquí y entrar, por ejemplo, en la Mount Moriah Baptist Church, en el 2055 de la Quinta Avenida, para disfrutar de las animadas celebraciones religiosas de los vecinos del barrio.

Harlem comienza en la calle 155 y termina en la 104 (los límites nunca están claros). 51 calles que los corredores recorrerán en dirección sur. A la altura de la 110 ya verán a su derecha la hierba de Central Park. La Quinta Avenida ha cambiado de aspecto, estamos en el Upper East Side, acercándonos a la zona de los lujosos apartamentos, de los bloques con conserje 24 horas al día y marquesina en la entrada.
Pero los corredores habrán entrado en el parque a la altura de la calle 90. Aún podrán ver, a su izquierda, la inconfundible fachada blanca y curvada, en espiral, del Museo Guggenheim. Un edificio que, como su más joven hermano bilbaíno, es una obra de arte en sí mismo. Ideado en este caso por la mente de Frank Lloyd Wright allá por los años 40, se inauguró en 1959. Una de las mecas del arte moderno y contemporáneo.

A partir de aquí los corredores sólo verán las verdes praderas de Central Park, sus lagos, el skyline de los rascacielos del Midtown de Manhattan tras los árboles, los campos donde los neoyorquinos juegan al “soft ball“... Aunque a estas alturas, en torno al kilómetro 40 de la carrera, quizá ya no estén para mirar mucho hacia los lados y sólo desearán atisbar la meta en West Drive, una de las vías asfaltadas que recorre el parque. Sólo un poco más adelante, un poco más allá del cartel de "Finish", los jardines de Strawberry Fields y un mosaico en el suelo con siete letras, "Imagine", recuerdan que a unos metros de aquí, nada más cruzar Central Park West, murió asesinado John Lennon.

La carrera sólo baja hasta la calle 59, el límite sur de Central Park. Por debajo queda todo un mundo, todo Manhattan. Times Square, el Village, Chinatown, la Zona Cero, Wall Street, el distrito de Meatpacking, Chelsea, el Soho... Pero eso ya es otra historia, esa es otra carrera.