Es un hotel que no se queda viejo. Cada año se construye al llegar el invierno. Y cada primavera se derrite con el buen tiempo. En el SnowHotel Kirkenes te dan la bienvenida con un licor de bayas servido en un vaso hecho con hielo. Y te vas a la cama con un saco de dormir preparado para soportar temperaturas de hasta 35 grados... bajo cero. Porque aquí todo es de hielo: las paredes, la recepción, las sillas, los objetos de decoración..., y las camas.

Kirkenes está en el extremo norte de Noruega, muy por encima del Círculo Polar Ático. Para que se hagan una idea, Suecia, Finlandia y Rusia quedan más al sur. Aquí hace frío. Y han sabido sacarle partido a sus gélidas temperaturas. Cuando se acerca el invierno comienza la construcción del SnowHotel: cortan con motosierras trozos de hielo de un lago congelado y van levantando el edificio. Y no es pequeño: 20 habitaciones, dos largos pasillos y una recepción. Y, obvia decirlo, aquí no hay calefacción: el hotel desaparecería.
En el interior del hotel se mantiene una temperatura constante en torno a los 4 grados. Fuera puede llegar a los 30 grados bajo cero. Las habitaciones son austeras: de unos cinco metros de diámetro, su único mueble es la cama hecha de hielo. Los huéspedes duermen sobre colchones con aislamiento térmico y embutidos en un saco de dormir, con calcetines y gorro de lana que también proporciona el hotel. Mala suerte si necesita ir al baño con cierta frecuencia: los servicios y la ducha caliente están en un edificio colindante.

Pero si el interior del hotel es sorprendente, el exterior es espectacular. Situado junto a un lago que permanece helado todo el invierno, puede recorrerse su superficie congelada en un trineo de perros o caminar con raquetas sabiendo que una sólida capa helada de unos 25 centímetros de grosor le separa del agua. Y si tiene suerte y la meteorología acompaña, el cielo nocturno podrá iluminarse con las mágicas auroras boreales, esa sorprendente interacción entre la energía del sol y los campos gravitatorios de la Tierra. Un espectáculo emocionante, créanme.

El precio del hotel no es barato: 580 euros por día para dos personas. Pero hay que tomárselo como una aventura para una sola noche. Repetir es de osados. De hecho, el establecimiento entrega un certificado a sus huéspedes como prueba de que se han alojado allí. El precio incluye el transporte desde el centro de Kirkenes, cena, sauna y desayuno. La cena, por cierto, no tiene nada de fría: una enorme chimenea en el centro del restaurante Gabba permite a los comensales asar, ellos mismos, parte de las viandas que se van a comer. El local es un acogedor establecimiento de madera en el que, ahí sí, hace un agradable calor en la noche ártica.

Si la noche está despejada y hace el suficiente frío, tras la cena puede llegar lo mejor de la estancia: un autobús acerca a los huéspedes a zonas algo alejadas de núcleos urbanos y sólo queda confiar en que las auroras boreales, la luz del norte, nos regalen unas imágenes espectaculares. La excursión tiene un toque anecdótico: acerca a los viajeros hasta el puesto fronterizo con Rusia, cerrado a esas horas, para hacerse unas fotos de recuerdo. Ahí acaba la Unión Europea y empieza otro mundo. Y otro viaje.

CÓMO LLEGAR: A Kirkenes, situada en el confín norte de Europa, puede llegarse en avión desde Oslo. Pero hay una forma más pausada de ir entrando en ese mundo helado: los cruceros de la compañía noruega Hurtigruten. Saliendo desde Bergen o desde algún punto intermedio, como Trondheim, podrá vivir la experiencia de pasar navegando la línea del Círculo Polar Ártico y ver cómo un mundo de hielo y nieve va surgiendo a su alrededor. El barco termina su recorrido en Kirkenes.
Si no quiere o no puede quedarse a dormir en el SnowHotel Kirkenes, en su página web ofrece posibilidades de visitar el establecimiento con cena o con actividades en la nieve. Una excelente opción para dormir en Kirkenes el resto de las noches es el Thon Hotel, situado en la orilla de un fiordo.