No es sencillo llegar a Conques. No hay autopista cerca. Mejor. Me gustan los lugares a los que no se llega fácilmente: recorrer kilómetros por una carretera comarcal entre bosques antes de llegar a mi destino. Mucho más esfuerzo le costó, seguro, a Gotelasco, ó Gondescalc, su nombre francés. Sobre todo porque él lo hizo hace 1066 años. Y, probablemente, caminando. Con él empezó la historia de Conques.

Es obligatorio dejar el coche fuera del pueblo. Hay un aparcamiento para hacerlo. Los últimos metros del camino los hago caminando y de esta forma, lentamente, es como te plantas ante la primera imagen de Conques. Desde la entrada se aprecia la abadía con sus tres altas torres en medio de los tejados de pizarra negra, sus casas con su entramado de madera a la vista en las fachadas... Nada desentona. Uno de los valores de Conques en que han sabido mantener un núcleo urbano homogéneo estéticamente. Ocurre en muchos pueblos de Francia. Aquí especialmente.

La primera parada en Conques debe ser la abadía de la Sainte-Foy, de la Santa Fe. Es un importante centro de peregrinación desde la Edad Media. Y aquí volvemos al primer peregrino, a Gondescalc, el obispo del cercano Le Puy-en-Velay. En el año 950 peregrinó desde su diócesis hasta Santiago de Compostela. El recorrido que siguió, y en el que se detuvo en Conques, se conoce ahora como la Vía Podiensis, la ruta de los Borgoñones o el Camino de Saint- Jacques. En definitiva, el Camino Francés que lleva hasta Roncesvalles, en Navarra, dentro del Camino de Santiago. Y la etapa que comienza en Le Puy-en-Velay y termina en Conques es una de las más transitadas.

Antes de entrar en la abadía, debo detenerme ante (o bajo) una de las obras cumbre del románico del sur de Francia. Es un pecado no fijarse en el tímpano del siglo XII situado sobre la entrada principal. Cuento más de 100 figuras en esta detallada representación del Juicio Final en torno a un Pantocrátor policromado. El Demonio tiene también su espacio. Ya dentro del templo llama la atención los enormes espacios de sus naves, preparadas para acoger a cientos de peregrinos. También sus muchos capiteles románicos.

Y son muy renombradas sus modernas vidrieras, creadas en 1994 por Pierre Soulages, un conocido pintor de la cercana Rodez. Huyó de la policromia y eligió vidrios incoloros con diseños lineales para no restar protagonismo a la piedra. El resultado puede entusiasmar o dejar indiferente, dependiendo de los ojos que las miren.
La abadía cuenta también con un espectacular Tesoro de piezas de orfebrería, entre las que se encuentran las reliquias de la Santa Fe, una joven martirizada en el año 303. Es uno de los motivos que atraen hasta aquí, desde la Edad Media, a miles de peregrinos a los que veo alojarse en un albergue anexo a la propia abadía.

Pero lo de las reliquias es una cuestión de fe. Y para quienes no andamos muy sobrados de ella, las callejuelas empedradas de Conques son un buen refugio donde perderse. Calles que apenas han cambiado en cientos de años, las casas con su entramado de madera a la vista, sus tejados negros, el verdín que humedece las piedras, las cuestas que salvan el desnivel de la montaña, sus pequeñas tabernas y sus tiendas artesanas. A veces cuesta incluso encontrar a alguno de sus 300 habitantes. Y dudas si no estás realmente en un decorado de alguna película con argumento medieval.

Caminando por Conques, tras doblar cada esquina aparece una nueva imagen de postal. Y tras recorrer todas sus calles y comprobar que ya has paseado más de una vez por alguna de ellas, conviene volver al coche y aprovechar la carretera que bordea el pueblo por lo alto. Allí hay que detenerse y sentarse en alguna de las mesas de acampada que hay en un mirador para contemplar el ocre de las piedras y el negro de los tejados, encajados en el verde de las montañas que rodean Conques.

En el siglo XII, la abadía de Sainte-Foy de Conques ya salía mencionada en la Guía del Peregrino. Sorprende que en las guías de viaje actuales se le dedique tan escaso espacio al pueblo que la alberga. O quizá mejor así.
DATOS PRÁCTICOS PARA LA VISITA: Conques está situado a 184 kilómetros de Toulouse, capital de la región de Midi-Pyrénées. Air Nostrum, filial de Iberia, tiene varios vuelos diarios desde Madrid. Aunque la zona es accesible también en coche. Conques está a 985 kilómetros de Madrid, a 495 de Barcelona o a 535 de San Sebastián. Se puede llegar hasta allí haciendo alguna ruta por otros pueblos con encanto que hay en la zona.
Un buen lugar para alojarse es Albi, ciudad natal del pintor Toulouse-Lautrec, que queda cerca de diversos pueblos de la clasificación Los Pueblos más Bellos de Francia. Más cerca de Conques está Rodez (38 kilómetros), donde una buena opción de alojamiento es el Chateau de Labro, lujo señorial para unos días.